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El temazcal de Tepoztlán

14 Abr

La segunda vez que visité México fue en invierno, a principios de enero. Por esas fechas y para empezar el año con buen pie, es costumbre entre los grupos de amigos mexicanos seguir un ritual de limpieza espiritual en un temazcal.
El temazcal (del náhualt «templo de vapor») es una construcción prehispánica de piedra con una forma parecida a la de un iglú, pero su interior se convierte en una sauna y siguiendo los consejos del chamán, se realiza la “limpia”.
Tepoztlán, a una distancia razonable del DF (así es como los mexicanos llaman a la capital), es un destino conocido por su oferta para elegir temazcal. Se trata de un pueblo pintoresco al pie del Tepozteco, colina con un templo maya en su cima, que también visitamos.
Laure Aléssia y yo llegamos a Tepoztlán a mediodía. Encontramos un hotel que nos convenía y donde tenían temazcal. Normalmente se hace en grupo, pero en nuestro caso solo éramos dos, por lo que nos dieron hora a las seis de la tarde, para intentar encontrar a más gente interesada y que les saliese más a cuenta encender el temazcal.
Salimos a pasear por el pueblo, donde de pronto aparecieron numerosos carteles anunciando el temazcal de las seis. Aun así, cuando llegó la hora, nos presentamos en biquini y con toallas, como nos indicaron y solo éramos nosotras dos, con nuestro chamán, que parecía muy joven y era el mismo que nos había recibido en el hotel. Este, con la cara pintada y ataviado con la misma planta que cubría el suelo del temazcal, empezó el ritual tocando una corneta y pidiendo permiso a los dioses de los cuatro puntos cardinales para iniciar la ceremonia.México
Entramos agachadas y de espaldas e intentamos acomodarnos (no es fácil cuando se tienen las piernas desnudas y tienes que sentarte encima de unas plantas que pinchan) dentro del temazcal, completamente a oscuras, ya que la puerta quedaba cerrada. Teníamos mucho espacio al ser solo tres, ya que aquel temazcal tenía capacidad para hasta 30 personas. Nos sentamos en círculo, nos cogimos de las manos y nos concentramos para sentir nuestra energía.
Diría que estuvimos en el temazcal al menos durante una hora, sudando igual que en una sauna, respirando el aroma de las hierbas, visualizando nuestros deseos y riendo (esperando no haber ofendido a los dioses) de alguna historia explicada por el joven chamán.
La sorpresa fue al salir, bien relajadas, del temazcal: ya había anochecido y unas velas iluminaban la entrada. Unos ayudantes del chamán, vestidos como él, nos estaban esperando para cumplir el final del rito: tirarnos por encima un cubo de agua fría. Por suerte, estábamos al lado de nuestras habitaciones para cambiarnos y tomar una ducha caliente (que para mayor beneficio del temazcal tendría que haber sido fría).